El teatro flotante by Martha Conway

El teatro flotante by Martha Conway

autor:Martha Conway
La lengua: spa
Format: epub
editor: HarperCollins Ibérica S.A.
publicado: 2017-09-12T12:05:35+00:00


12

Hay un punto de bordado que utilicé una vez en un vestido de Comfort llamado de tela de araña, que en realidad no es más que un pespunte complicado, pero muy llamativo. Se empieza haciendo dos o tres puntos largos que más tarde estarán escondidos por el bordado terminado, y luego se colocan los hilos cruzándolos, formando un círculo imaginario, como una línea de radios. Cuando todos los radios están en su sitio, y pueden ponerse tantos como se quiera, se atan en el centro. Lo difícil viene a continuación: tejer otro hijo debajo y alrededor de los radios para hacer espirales. Estas espirales hay que hacerlas muy juntas, y los bordes tienen que estar parejos y destacar. La primera vez que hice uno pensé, una vez terminado el diseño, que era menos una tela de araña que un sol dorado con los rayos torcidos. Pero yo desde luego que me sentía como una araña mientras lo hacía, entretejiendo el hilo.

El día de mi obra de cumpleaños, contemplando a Liddy sobre el escenario con el disfraz que acababa de terminar de coserle, vi que al conjunto le hacía falta algo más. Y conforme la señora Howard esbozaba el plan que tenía para que yo le devolviera el préstamo, me vino la solución: la tela de araña.

—Verás como será muy fácil para ti, que vas viajando río abajo —me decía la señora Howard—. Nadie sospechará nada.

Yo no contesté. Su propuesta me inquietó, y cuando me siento inquieta, me gusta pensar en algo complicado para distraerme. Visualicé una hilera de esos solecitos bordados del tamaño de un dólar de plata en el ancho cuello italiano del disfraz de Liddy. Pero la tela de araña requiere una aguja de tapiz con un cabezal largo y plano, que yo no tenía.

—Te enviaré una nota con nuestro itinerario —me dijo la señora Howard—. Más adelante podremos hablar de los detalles, en un entorno más privado. —Se llevó un dedo a la nariz, en señal de secreto.

—¿Qué pasa si digo que no? —le pregunté según ella empezaba a caminar por la pasarela.

—No vas a decir que no —dijo sin girar la cabeza—. Eres una chica compasiva.

Yo no estaba segura de serlo. Al igual que Comfort, pensaba más que nada en mí misma. Después de que la señora Howard se hubiera ido fui al comedor y Chef sacó una tarta glaseada y dos pasteles de fresas con nata para celebrar mi cumpleaños. Hugo apareció con una botella de licor de albaricoque y comimos una y otra porción de tarta y fuimos sorbiendo el dulce licor y hablamos sobre la obra. Las mesas estaban todas apiñadas en el centro y nadie tenía prisa por marcharse. Debería haber sido una tarde feliz, relajada, pero para mí no lo fue. Estaba sentada en un extremo de nuestra larga mesa improvisada, y tenía en las sienes una sensación como de haberme hecho una coleta demasiado prieta. Me preguntaba si no me iría a dar jaqueca.

—¡May, una sonrisa! ¿A que te sorprendiste? —me preguntó Thaddeus.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.